martes, 6 de febrero de 2007

EL EMBARAZO (A Hugo Ernesto Gottardi)

Bilardo necesitaba goles para su equipo en 1982. Pensó en Hugo Ernesto Gottardi, un delantero de Racing que, por ese entonces hacia pocos goles y no andaba bien. Carlos lo fue a buscar gracias también a una sugerencia de Zubeldia. La idea era recuperarlo.
Llegó a City Bell un día de mucha lluvia y, acostumbrado a Racing, encaro para el gimnasio pensando en que el barro reinante no los dejaría entrenar. Pero el no de Carlos Bilardo lo hizo cambiar de rumbo hacia el bosque. Ahí empezó a entender como serian las cosas. Como no les iba a ir bien a esos tipos, si no los frenaba nada. Al poco tiempo era uno mas matándose en el barro. Era completo: manejaba las dos piernas, iba muy bien arriba, clave en las pelotas paradas y tenia mucha intuición en los rebotes. Hacia todo lo que tenia que hacer un goleador: mandarla adentro.
Gottardi estaba algo preocupado por el embarazo de su mujer. A eso se le sumaba que atravesaba una racha mala, sin poder hacer goles. Entonces, Carlos, que nunca se le pasaba por alto ningún detalle, se dio cuenta enseguida de tal nerviosismo:
-¿Que pasa, Hugo? ¡Cuénteme! ¿Hay problemas en tu casa?
-Carlos, mi señora esta por tener familia y estoy un poco preocupado...
-Ah, no! Así, vos no podes jugar. Vos tenes que estar tranquilo, concentrado. Sos goleador, carajo. No podes andar pensando en otra cosa, le dijo seriamente.
Y ni bien termino de decir eso, se quedo pensando un buen rato. Al pasar un tiempo, encontró la solución. Pidió el teléfono y llamo a su mujer, la inseparable Gloria. Rápidamente la mando a cuidar a la señora de Gottardi. Allí quedo de guardia, como una casi medica, la infaltable Gloria. Todos los días, Carlos la llamaba y le preguntaba como andaban las cosas. Alli permanecio, toda esa semana, en resguardo en la casa de Hugo, hasta que todo estuvo mas tranquilo y el goleador reanudo su calma con mas goles.

lunes, 5 de febrero de 2007

Cara o seca (A Oscar "Cacho" Malbernat)

En cierta ocasión, invitaron al plantel de Estudiantes a jugar una Copa llamada Otero en la cuidad de Pontevedra, en España. El partido fue disputado contra el equipo Valencia, y terminados los 90 minutos iniciales, concluyo 0 a 0. Se jugo un alargue en dos tiempos de 15 minutos cada uno, y persiguió el empate. Ya habían jugado 120 minutos y ninguno pudo hacer un gol. La organización había determinado que no se patearan penales, clásica forma de desempatar.
-Y ahora, ¿quién se lleva la copa?, pregunto un jugador pincha.
-Esto termina en un sorteo, dijo el arbitro del partido, con la indicación de algún dirigente local, sentenciando que no quedaba otra forma de definir que tirar la moneda.
Todos los jugadores de Estudiantes se juntaron en el centro del campo de juego, tomando agua y descansando un poco, pero en ese momento Carlos Bilardo, llama a Oscar Malbernat. Como “Cacho” era el capitán, estaba listo ser convocado por el arbitro que, junto con el otro capitán, iban ver como tiraban la moneda, y le dice cerca del oído, en tono muy bajo:
-Cacho, no importa lo que vos elijas, cuando caiga la moneda en el suelo, salga lo que salga, empezá a festejar y saltamos todos, nos tiramos al piso encima de la moneda y nos abrazamos.
Oscar sonrió y pensó en lo que vendría, como un acto de comedia. Efectivamente, eso fue lo ocurrió, el referí tiro la moneda al aire y, antes que alguien pudiera ver como había caído, los albirrojos terminaron festejando de manera descontrolada. La Copa quedó en el club platense. Jamás se supo salió cara o ceca en aquella fatídica moneda.
Aquel pintoresco hecho rozo la picardía y la viveza, pero mucho tiempo después se tomo como costumbre que al empatar de visitante, el equipo invitado se lleve la Copa. Estudiantes ya estaba acostumbrado, había salido Campeón de América en el Estadio Centenario de Uruguay y Campeón del Mundo en Old Traford, Manchester. Gracias a esa historia prolífica en logros y victorias, las vitrinas del club Estudiantes de la Plata se encuentran repletas de muchas Copas. Cada una de ellas tiene una historia detrás, es decir cada una se obtuvo de una manera diferente.

EL ESFUERZO (A Don Osvaldo Zubeldia)

A mediados de la época de los sesenta no había muchas posibilidades: para pelearle a la vida había que madrugar y “arremangarse”. Los playones de la estación de trenes de Constitución se despabilaban bien temprano, al ritmo de la marcha de la multitud.
Un día, Osvaldo Zubeldia había citado al grupo de jugadores de Estudiantes que viajaban asiduamente desde Buenos Aires a La Plata, una hora y media antes de lo acostumbrado. Los “porteños” eran Carlos Bilardo, Barale, Eduardo Manera, el Flaco Poletti y Marcos Conigliaro esperaban en la estación de Constitución, faltando una hora para las ocho y un minuto de la mañana, horario en el que habitualmente salía el rápido a La Plata. Ellos eran los recien instalados en el corazón del clima platense que había en Estudiantes. Les pidió que se hicieran a un costado del anden y comenzaran a mirar. En eso la gente empezó a bajar. Eran cantidades y cantidades de personas que corrían por llegar temprano y se atropellaban un poco, tratando de ganar un minuto de tiempo para llegar al trabajo o para conseguir un colectivo que los deje en su trabajo. Luego de un buen rato, después de observar mucho eso, Carlos pregunto:
-Disculpe Osvaldo, ¿qué esperamos?, mencionó el volante platense.
Entonces Zubeldia, les dijo:
-¿Qué es lo que ven muchachos?, preguntó el DT.
-Los muchachos, desorientados, parecieron mostrarle a Zubeldia lo que parecía inevitable, gente y gente por doquier.
-Esta gente que ustedes dicen que va y viene como loca, esta apurada por entrar a laburar. No les queda otro remedio: o laburan o se mueren de hambre. Ellos si que trabajan, en cambio ustedes tienen la posibilidad de hacer lo que les gusta, la suerte de jugar al fútbol y vivir bien.

Entonces podemos divertirnos y además progresar...
Hizo un silencio para la reflexión grupal y continuo.
-Lo que les quiero hacer entender es que sin trabajo no se logra nada. Si nosotros nos rompemos el lomo entrenando, vamos a ser campeones del mundo. Si nos creemos unos fenómenos y nos tiramos a vagos, nos vamos a sumar a esta gente que va y viene. Esta en ustedes decidir que quieren hacer...
Aquellas palabras de Don Osvaldo marcaron a fuego la filosofía futbolística de Carlos Salvador Bilardo. Luego de esa mañana, su idea sobre el fútbol dio un vuelco definitivo. Muchos años mas tarde, el siempre recuerda aquella anécdota y la cuenta una vez mas, como si fuera una metáfora de todo lo vivido junto a Osvaldo.
Al margen de las polémicas y de las ideologías Osvaldo Zubeldía fue el creador de una verdadera revolución en Estudiantes, que recorrió el mundo, siempre con el sabor del éxito. Fue un precursor, un innovador. Buscó siempre las ventajas basado sobre el estudio del rival y del reglamento, aún el de la letra más pequeña. Asumió en Estudiantes para evitar el descenso y fue campeón del mundo en aquellos años 60. El fútbol dejó de ser un espectáculo para convertirse en un negocio. Jugadores, técnicos y dirigentes saben que su estabilidad depende de los triunfos", dijo, 40 años atrás. Defender primero, atacar, después. El centro antes que la gambeta. Pierna fuerte y corazón. Y algo de talento, por supuesto. Así fueron sus equipos: combativos, luchadores, corajudos. Tímido, quisquilloso, se encerró en el llamado laboratorio de Estudiantes para pensar, analizar, estudiar. La utilidad, por encima de la belleza.
Para muchos que vivieron esa historia, todo empezó allí, en un simple tren. En el rápido a La Plata de las ocho y un minuto. Cuando Don Osvaldo lo dijo...